miércoles, 4 de enero de 2012
BERLÍN
Viajé a la ciudad de lo poetas,
buscando esa savia literaria,
que dicen que fluye por sus arterias.
Te encontré a ti.
Al verte, sentí que Frida Kalo
había resucitado, sentada en un banco en Potsdamer Platz.
Hacía frío, me miraste, te miré.
Fuego, ternura y a celebrar los regalos del momento.
Los días que pasamos juntos,
íbamos de galería en galería, tratando de colocar tus cuadros,
yo, en la noche, escribía poemas en el bar del Hotel Adlon.
En un despertar aciago y oscuro,
mi visado expiró y nuestro amor también.
Bajo la lluvia de Berlín, trepé a por un manto de nubes
para envolver tu cuerpo, de gélido adiós.
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